Mucho tiempo ha pasado desde la última entrada, así que aquí va un resumen de todos estos días.
Empezaremos con la ciudad de Chicago, cuna política de Obama y apelada nacionalmente “la fábrica de demócratas”. Nuestra primera impresión al llegar, desde el mismo momento en que nos chupamos el atasco del siglo (por si no lo habíamos mencionado, las entradas de todas y cada una de las ciudades por las que estamos pasando tienen obras, el plan E[E.UU.] ha llegado al otro lado del charco), fue que Chicago superaba incluso a Nueva York en cuanto a su nivel de ruido, estrés y gente arrollándote por la calle en su afán por llegar al trabajo. Se dice por ahí que basarse en las primeras impresiones no es bueno. Esta es la excepción que confirma la regla.
El centro de Chicago tiene mucha vidilla pero es necesario tomárselo con calma porque el ruido y el bullicio pueden llegar a agobiar. Lo peor de esta ciudad: el diseño del sistema de trenes. Si en Madrid, por ejemplo, se ha optado por un sistema subterráneo en su mayoría, en Chicago se ha hecho lo contrario. El sistema es algo así como un Scalextric que pasa unos cinco metros por encima de las calles haciendo un ruido infernal que obliga a interrumpir las conversaciones cada vez que pasa un tren. Al menos en el caso de los turistas, porque los locales continúan hablando sin inquietarse ni un ápice.
Llama la atención Grant Park, un inmenso parque urbano que constituye el centro de la vida de esta ciudad durante gran parte del verano. Uno puede pasearse por las inmediaciones cualquier mañana o tarde estival para encontrar a miles de personas con sillas plegables y mantas haciendo picnic al ritmo de la música de los conciertos, concursos de baile, teatros de marionetas, etc.
Cabe destacar también la playa de Oak Street, una playa del lago Michigan en medio de la ciudad en la que pasamos gran parte de nuestro ultimo día en Chicago rebozándonos en la arena y bañándonos como buenos españolitos en el mes de julio.
Todos conocemos la inofensiva costumbre española de jugar con la pelota de Nivea en la orilla del mar. En Estados Unidos hacen lo propio con una pelota de rugby y con unos 20 metros más entre los dos jugadores.
Resulta curioso estar en la playa a escasos metros de los rascacielos que pueblan en centro de Chicago y de una de las calles más concurridas de la ciudad, que, literalmente, bordea la playa.
No nos detendremos mucho más con esta ciudad porque, al igual que otras ciudades que hemos visitado durante nuestro viaje, lo mas característico es el inexplicable bullicio que tiene. Sin embrago sí hablaremos de la deep dish pizza, el plato más típico de Chicago, una pizza de unos 4 centímetros de alto (más parecida físicamente a la quiche que a la pizza) formada básicamente por toneladas de queso y tomate encima de la masa.
Al día siguiente comenzó lo que hemos denominado “el viaje eterno”.
(Reflejo de Chicago en la Cloud Gate de Grant Park)
(Pensemos... ¿qué hacemos después?)
(La Cloud Gate de Grant Park)
(Muñeca de American Girl Place, una tienda curiosa en la que se cuenta la historia de la vida de cada juguete)
(La playa de Oak Street)
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