Nota: publicamos varias entradas a la vez.
El día 16 de julio por la mañana iniciamos lo que venimos denominando desde el principio de los tiempos “el viaje eterno”, a pesar de algunas objeciones maternas. Dicho viaje consta de unas 40 horas de conducción repartidas en 6 días para llegar desde Chicago a Vancouver, en en oeste canadiense. Durante este viaje casi no hemos tenido acceso a Internet, por lo que, como habréis podido comprobar, no hemos escrito nada.
El primer día paramos en Madison (Wisconsisn), sede de la Universidad de Wisconsin, del capitolio más grande del país después del de Washington DC y declarada la ciudad más ciclable, andable y verde del país. Sin embargo, el calor y la hora a la que llegamos hicieron que nos encontrásemos con una ciudad desierta y decidimos no detenernos demasiado.El día 16 de julio por la mañana iniciamos lo que venimos denominando desde el principio de los tiempos “el viaje eterno”, a pesar de algunas objeciones maternas. Dicho viaje consta de unas 40 horas de conducción repartidas en 6 días para llegar desde Chicago a Vancouver, en en oeste canadiense. Durante este viaje casi no hemos tenido acceso a Internet, por lo que, como habréis podido comprobar, no hemos escrito nada.
Hicimos noche en el Woodville Motel, un motel realmente agradable, nada caro y recientemente reformado en un pequeño pueblo de Wisconsin, Woodville, en el que pudimos empezar a comprobar el cambio de carácter de los americanos al adentrarse en la zona rural. Si en las ciudades del este los turistas son invisibles a los ojos de los locales y por lo general tratados con frialdad cuando no con malos modos, a partir de este punto no nos hemos encontrado más que con unas sonrisas y una amabilidad sólo superadas a lo largo de este viaje por la familia neoyorquina de Nuria.
Otra cosa que empezamos a comprobar es la cantidad ingente de ciervos que habita en esta zona y el gusto que tienen estos animalejos por cruzar las autovías cuando uno menos se los espera, y sin chaleco reflectante ni nada. Este factor ha aumentado nuestro tiempo al volante, puesto que unos salvapajarillos y abraza-árboles como nosotros no se pueden permitir atropellar cervatillos y tienen que disminuir su velocidad hasta niveles insospechados para lo rectas que son las carreteras.
Es noche nos permitimos el lujo de cenar y tomar algo en el bar del pueblo, una casita de madera en medio de la carretera con excelente música country en directo y medio pueblo pueblo bebiendo cerveza en su interior.
Al día siguiente visitamos la ciudad de Minneapolis (Minnesota), a la que a partir de ahora denominaremos “las calderas del infierno”. En ningún momento de nuestros 45 años de vida (entre los dos) habíamos pasado tantísimo calor. De hecho, las gafas de Nuria se empañaban al salir de los edificios al igual que en invierno se empañan al entrar en sitios con calefacción. True story. Parece ser que a nuestro viaje eterno se unió una ola de calor húmedo como nadie recordaba en la zona.
Minneapolis es una de las dos grandes ciudades de Minnesota junto a St.
Según diversos estudios, los habitantes de Minnesota son la gente más amable del mundo y nosotros pudimos comprobarlo.
Salimos del coche con la sensación de que no podía hacer más calor y no podía haber menos gente en la calle, pero enseguida nos dimos cuenta de que la ciudad entera estaba en el partido de baseball. La ciudad entera menos las decenas de personas que revendían entradas para el partido por todo el centro de la ciudad. Uno de ellos nos vio con cara de turistas y, después de comprobar que nos nos interesaba comprar entradas, sacó su amabilidad de Minnesota de lo más profundo de su ser y nos regaló dos entradas de primera categoría de unos 150 dólares. Dijo que era una experiencia americana que había que vivir y a cambio sólo nos pidió que hablásemos bien de su país, así que desde aquí: gracias, señor majo que nos regaló entradas para el partido, nos lo pasamos muy bien.
Después de visitar lo que nos quedaba de la ciudad proseguimos nuestro viaje hacia Dakota del Sur, donde pasamos alrededor de una hora de motel en motel preguntando los precios hasta encontrar uno más o menos acorde con nuestro presupuesto.
Al día siguiente visitamos en Corn Palace, el monumento principal de la zona, que es básicamente un auditorio local decorado íntegramente, tanto en su interior como en su exterior, con maíz. Resulta curioso, pero poco más. Eso sí, ante nuestra sorpresa nos regalaron un vale de 10 dólares para gastarnos en carne de ternera en cualquier bar, restaurante o mercado del país. Días más tarde, ese vale se trasformó como por arte de magia en dos deliciosos sandwiches de roast beef.
En el camino, paramos a descansar y tomar lo que hasta ahora ha sido el café más barato de nuestras vidas: 10 céntimos por una taza de café para cada uno y una jarra de café para rellenar la taza todas las veces que a uno le apatezca.
Después del Corn Palace nos dirigimos hacia el parque natural de Badlands, una maravilla indescriptible (imágenes más abajo) por la que sin duda merece la pena pagar los 15 dólares de la entrada y que nos encandiló a pesar de la alta densidad de población de serpientes de cascabel de la zona.
Esa noche acampamos en Wall (Dakota del Sur), al lado de una curiosa tienda con apariencia de ser del siglo XIX que se llevaba anunciando en la carretera desde hacía cientos de millas.
Al día siguiente vimos desde el otro lado de la valla el decepcionante Mount Rushmore (ya sabéis, la escultura del presidente de cuatro cabezas), puesto que nos negamos a participar en ese sacacuartos que han montado alrededor de este monumento nacional, que resulta ser mucho más pequeño y menos impactante de lo que uno se espera.
Después de esto iniciamos nuestro camino hacia en parque natural de Yellowstone, donde esperábamos encontrarnos con el oso Yogui y Bubu. En el camino nos encontramos con el pueblo de Buffalo (Wyoming), que estaba lleno de ikurriñas y carteles en euskera ante la inminente celebración de u festival vasco.
Horas más tarde, en medio de una carretera de montaña en la que nuestro Chuso se ahogaba mientras todo tipo de vehículos nos adelantaba, nos sorprendieron la noche y una tormenta de rayos bastante impactante y nos vimos envueltos en la que hasta ahora ha sido la mayor odisea del viaje para encontrar alojamiento. Para no aburriros con los detalles, sólo contaremos que después de varias horas hablando con recepcionistas de moteles y conduciendo por la carretera con mayor densidad de población de ciervos del mundo, una recepcionista nos salvó la vida ayudándonos a encontrar alojamiento en el “pueblo” de “al lado” (tres calles con casas y una gasolinera en algún lugar de Wyoming a 45 minutos de donde estábamos). Bueno, el caso es que un señor con un jardín que evidenciaba un severo Síndrome de Diógenes nos abrió la puerta en calzoncillos y nos cedió amablemente por el precio de un riñón y una crítica favorable en tripadvisor una habitación repleta de geles, toallas y café robado de otros moteles.
A la mañana siguiente partimos hacia Yellowstone con extremo cuidado para no atropellar ninguno de sus “ornamentos” de jardín.
De camino comprobamos que todo el país estaba en el mismo parque natural y que todos habían reservado camping, así que nos tocó acampar en Cody (la ciudad de Biffalo Bill), a una hora de la entrada del parque.
Por si alguno tiene en mente ir a Yellowstone, conviene tener en cuenta que hay que reservar en alguno de los campings que lo permite o estar a las seis de la mañana en uno de los que no admite reservas para esperar a que alguien levante el campamento y deje un sitio libre.
Nada más ver Yellowstone decidimos cambiar el plan, pasar de Vancouver e ir directamente a Seattle para poder pasar más tiempo disfrutando de mami naturaleza, así que los dos siguientes días los pasamos en Yellowstone disfrutando de los paisajes, los geisers, el cañón de Yellowstone, las cataratas y la fauna tan variada de cada uno de los cinco ecosistemas del parque: ciervos, alces, ardillas, marmotas, bisontes a tutiplén, cabras montesas y, aunque por fortuna no nos tocó lidiar con ellos, también osos negros y grizzlys (sí vimos sus huellas y demás marcas de su existencia y caminamos por territorio de osos negros aterrados ante su posible aparición).
El día 21 se nos ocurrió la nefasta idea de acampar en Ashton (Idaho), donde a las cuatro de la mañana las temperaturas inferiores a cero grados nos obligaron a mudarnos de la tienda de campaña al coche y encender la calefacción aun a riesgo de sufrir una muerte dulce. A las ocho de la mañana todavía teníamos el cuerpo congelado. Nos vimos obligados a redimirnos con un desayuno typical American en el restaurante del pueblo. Probablemente alguien debería mandar a los de los Record Guinness a darse una vuelta por el mencionado restaurante, porque estamos seguros de que no hay en el mundo tortita (en singular) más grande que la que nos metimos al cuerpo, debía de tener unos 20 centímetros de diámetro. Y no, esta vez no estamos exagerando.
Esa noche dormimos en St. Regis, Montana. ¿Alguna vez habéis visto un pueblo con el mismo número de tiendas que de casas? Pues si pasáis por Montana, tendréis la oportunidad.
Y por fin por fin por fin, ayer llegamos a Seattle para encontrarnos con lo que de momento es el mejor albergue de nuestras vidas, pero eso es otra historia.
(Woodville Motel, Wisconsin)
(Estadio de los Minnesota Twins)
(Viajeros ante el Mississippi en el Endless Bridge del Teatro Guthrie, Minneapolis)
(Corn Palace, Mitchel, Dakota del Sur)
(Ciudad de 1880 en el siglo XXI y Nuria imitando a un conejo. Sin comentarios)
(Badlands National Park, Dakota del Sur)
(Badlands National Park, Dakota del Sur)
(Badlands National Park, Dakota del Sur)
(Anuncios del Wall Drug)
(Mount Rushmore)
(Sindrome de Diogenes, Wyoming)
(Yellowstone National Park)
(Bisontes tomando el sol en Yellowstone National Park)
(Upper Falls, Yellowstone National Park)
(Upper Falls, Yellowstone National Park)
(Lower Falls y Yellowstone Grand Canyon, Yellowstone National Park)
(Aguas termales, Yellowstone National Park)
(Aguas termales, Yellowstone National Park)
Esta entrada aumenta en un 150% mi nivel de envidia por el viaje que os estáis pegando. Malditos.
ResponderEliminarOs quiere,
Cris
No mientas, que no has pasado por Vancouver para que no te corten los pies, no por lo de Yellowstone.
ResponderEliminarEs cierto, Irene, pero no queriamos decirlo para no ponernos en evidencia.
ResponderEliminarVaya decepción lo de Rushmore, no? Yo que desde que vi una cutre peli de Macaulay Culkin estaba perpleja y anonadada... El parque de Yellowstone es increíble! Y lo de regalarte entradas para el partido... venga va, parece que estáis viviendo un capítulo de alguna serie puberta de disney channel... suertudos!!!
ResponderEliminarYavestruz, asín somos.
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