28 diciembre 2011

Las Vegas, baby!

Ya va siendo hora de terminar lo que empezamos en su momento, así que antes de que nos den las uvas vamos a publicar las entradas de las ciudades que se nos quedaron en el tintero (si es que nos acordamos de algo).
Pues allá vamos, empezamos con las Vegas, baby.
Hartos del clima de California y con ganas de calor desértico, decidimos abandonar la costa unas horas antes de lo previsto y enfilar hacia el desierto de Nevada, no sin antes sufrir el atasco de la hora punta de Greater Los Angeles (¡tres horas!) rodeados de deportivos de película que dejaban a nuestro Chuso a la altura del betún.
Después de hacer noche en Barstow, CA, y atropellar a unas cuantas pelusas gigantes del desierto paramos a comer en un Denny's al lado del termómetro más grande del mundo (only in America...).
Por fin llegamos a Las Vegas (baby), pero aún no había acabado nuestro viaje, todavía tardamos media hora en conseguir encontrar la entrada al parking del Luxor. Al bajar del coche dijimos: "¡Por fin! ¡Calor!", pero a los cinco minutos nos arrastrábamos hacia la recepción cual lobo de Merlín (minuto 1.30).
Para aprovechar el calorcito estuvimos toda la tarde en la piscina y por la noche exploramos el Luxor en busca de sitios para cenar y salir en los que nuestra reacción al enterarnos del precio no fuese esta.
Finalmente, entramos en el Cathouse porque nos ofrecieron una copa de champán gratis, muy acorde con nuestro presupuesto. El sitio era curioso: decoración burlesque, camareras burlesque, música latina y ningún ambiente en absoluto, así que nos tomamos la copa y nos fuimos de paseo a ver los hoteles-casinos de la zona: Excalibur, Mandalay Bay y New York-New York. El último era bastante curioso por fuera, pero ninguno de los tres nos pareció especialmente descatable.
El segundo día pasamos la mañana en la piscina de relax y fotosíntesis y vimos a unos trekkies rumbo a la capilla del Luxor (only in Vegas). Comimos un desayuno tradicional irlandés acompañado de la primera cerveza bien tirada del viaje (por supuesto, el camarero era irlandés) y nos fuimos de turisteo de casinos.
El casino más destacable es sin duda alguna el del hotel Bellagio, cuyo interior está plagado de norias, globos, flores, tiovivos, fuentes, pajarillos y árboles. Además, cada media hora tiene un espectáculo de agua, luces y música que es imponente.
Para no ser cansinos os vamos a contar un poco de los principales casinos que visitamos sin extendernos demasiado:
- El Venetian tiene un canal con góndolas y gondoleros que cantan, con puentes que lo atraviesan y muchas tiendas de moda. Intenta ser una recreación de Venecia, pero el aborto de plaza de San Marcos que tiene estropea el resto.
- El Luxor, en el que nos alojamos las dos primeras noches, es muy lúgubre. Ningún casino tiene luz natural para que los jugadores pierdan la noción del tiempo, pero en este caso al estar el casino justo en el centro del interior de la pirámide, la consecuencia es que  la luz del sol brilla por su ausencia. Incluso en las habitaciones, donde una de las paredes es de cristal y da al exterior del hotel, falta mucha luz ya que los cristales son tintados.
- El Paris-Las Vegas es un sitio interesante. Intenta emular las calles de París (con bastante éxito, por cierto), por lo que el techo es como si fuese el cielo y la Torre Eiffel del exterior tiene las patas en el interior del casino. Es lo más parecido a un atardecer en París que se puede encontrar en Nevada.
- El Caesar's palace, quizás el más famoso de los casinos, tampoco es para tanto. Es cierto que está bien ambientado, al menos por fuera, pero el interior es bastante simple en comparación con otros casinos. Además es muy grande y resulta facilísimo perderse.
- El Treasure Island es un intento de isla pirata cuya principal atracción es un espectáculo de teatro que hay todas las noches en el lago en el que se representa una batalla entre piratas y sirenas. Es curioso, pero tampoco nada del otro mundo.
- El Flamingo es el primer hotel-casino que se construyó en la strip de Las Vegas, pero más allá de los flamencos que tiene en la miniselva que hay en el centro del hotel, es un sitio bastante normal.

Cuando llegó el momento de tener que irnos decidimos aprovechar el calorcito un día más, así que nos quedamos un día extra en un hotel de las afueras que tenía un buffet delicioso y bastante barato.

Por último, algunas recomendaciones y curiosidades para los futuros visitantes de Las Vegas:
- Tenéis que saber que comprar alcohol es prohibitivo en cualquier sitio de la strip, así que recomendamos acercarse a las gasolineras que están un poco alejadas, a unos cinco minutos en coche, donde los precios son normales.
- Comer es otra de las cosas en las que te puedes gastar mucho dinero si no sales de los hoteles, así que lo mejor es darse una vuelta achicharrante por Las Vegas Boulevard, donde se encuentran cosas asequibles como Denny's, McDonald's y similares.
- Aunque parezca mentira, si se planea con tiempo alojarse en la strip puede salir más barato que en las afueras. El Luxor es la opción más barata, por unos 30$ por persona y noche. Además, todos los hoteles con casino tienen aparcamiento gigante gratuito para atraer a los jugadores, algo que es muy útil para moverse por allí inluso para hacer turismo, porque los hoteles están bastante alejados unos de otros.
- Al igual que en muchas otras ciudades, entrar a bares y discotecas es imposible cuando viajas con un presupuesto ajustado, así que el truco está en pasearse por las zonas de salir hasta que algún relaciones públicas te dé un flyer con el que entrar gratis. Así es como entramos nosotros al LAX (el súper club de Christina Aguilera, que está dentro del Luxor), de donde salimos despavoridos a los 10 minutos de entrar gracias al maravilloso DJ que había y al volumen de la música.

Y sabemos que muchos de vosotros no nos vais a creer, pero abandonamos Las Vegas sin haber gastado ni un solo centavo en un casino. Eso se lo dejamos a los que puedan permitirse pagar la apuesta mínima que había.

[Vista desde nuestra habitación en el Luxor] 


[Piscina del Luxor]


[Interior del hotel Bellagio]


[Interior del hotel Bellagio]


[Interior del hotel Paris-Las Vegas]


[Las Vegas Boulevard]

[Las Vegas Boulevard y el hotel Bellagio]


[Entrada del Caesar's Palace]


[Last night in Vegas, baby]

14 agosto 2011

I left my heart in San Francisco

Nuestra primera parada en Sonoma fue la casa de Jeane, la abuela de los Kemp, que nos acogió amablemente en su casa durante tres días y nada más llegar nos llevó a las bodegas Sebastiani a catar, por primera vez en nuestras vidas, el tan renombrado vino californiano. Tiene un contenido en alcohol más alto de lo habitual en Europa, pero la mayoría de los vinos que pudimos probar estaban bastante buenos a pesar de ser un poco fuertes. Esperamos que ella disfrute del Rioja que le regalamos tanto como nosotros de los vinos de Sonoma.
Después de un paseo por el centro de Sonoma (bonito aunque demasiado enfocado al turismo desde nuestro punto de vista) nos dirigimos a su casa para disfrutar de una cena curiosa y riquísima: hamburguesas de salmón acompañadas de batatas fritas (sí sí, batatas, con B de batata) todo ello bañado con más vino californiano. Mmm... vino californiano.
Zelda, la boxer de Jeane, merece una mención especial a la perra más hiperactivamente maja del viaje (seguida muy de cerca por Foster, por supuesto).
La mañana siguiente, después de un desayuno de campeones, hicimos nuestra primera incursión en San Francisco para encontrarnos con una ciudad nublada, lluviosa y fría, pero a pesar de todo atractiva. Habéis de saber que dados nuestro retraso mañanero y nuestra decisión de volver pronto a Sonoma para hacer una cena a la española (en cuanto a comida, no en cuanto a horario) no fue hasta el día siguiente cuando nos enamoramos perdidamente de San Francisco y comprobamos la razon de ser de la famosa frase “I left my heart in San Francisco”. Así que, señores, salvo que Los Angeles o San Diego la superen, ya tenemos una ciudad ganadora del viaje: San Francisco FTW.
Qué decir de tan maravillosa ciudad... Que tiene muchas cuestas. Señores traumatólogos, señoras radiólogas, vengan aquí a arreglar meniscos y se harán más ricos de Bill Gates y Botín juntos.
Sin embargo, lo de las cuestas es lo que le da tanta magia a la ciudad, puesto que estés donde estés puedes disfrutar de unas vistas que parecen mentira: hacia la bahía con la prisión de Alcatraz, hacia el centro, hacia Chinatown, hacia el Golden Gate Bridge... Además, dado el plano en cuadrícula de la ciudad, desde un punto alto puedes ver kilómetros y kilómetros de calle en línea recta y al fondo el mar de la bahía.
A pesar de que la niebla es constante y se hace mucho más espesa sobre las seis de la tarde después de haberse despejado hacia el mediodía, la ciudad se puede disfrutar perfectamente. Sólo hay que ir preparado para pasar del calor extremo al frío y viceversa en cuestión de minutos.
La ciudad en general es espectacular pero hay ciertas cosas que destacan especialmente.
En primer lugar, como no podía ser de otra manera en Estados Unidos, San Francisco cuenta con su Chinatown particular. ¿Pero qué tiene este Chinatown que lo haga especial? Que es el mejor. Y punto.
La arquitectura del barrio es de estilo chino, hay multitud de restaurantes chinos de la China verdadera, no con esa comida occidentalizada que nos hacen creer que es china, y a precios chinos (como si pagases en yuanes de lo baratos que son, vamos), pescaderías y fruterías chinas con sus comidas raras que no habíamos visto nunca... No es el típico Chinatown lleno de tiendas cutres de cachivaches sino un trocito de China en la Bahía de San Francisco.
Como no podía ser de otra manera dedicamos un rato a investigar hasta dar con You's Dim Sum, un restaurante tan para chinos que lo único occidental que había allí eran los precios (que no el texto) de la carta y nosotros. Así que nos pusimos de puntillas por encima del mostrados y utilizamos el lenguaje universal para pedir la comida: el dedo señalador. Os contaríamos qué comimos, pero no tenemos ni la más mínima idea. Sólo sabemos que estaba todo para chuparse los dedos (tal y como hicimos), pero si algún alma caritativa que sepa de cosas chinas está por la labor de ayudar, hicimos fotos de la comida para que nos diga qué nos metimos al estómago exactamente. Esperamos que no sea gato, porque por cuatro dólares entre los dos las algas bien podían ser césped del jardín de la camarera.
Otra de las cosas destacables de San Francisco es Grace Cathedral, una catedral multife con cosas tan curiosas como un monumento a los enfermo de sida con los símbolos de las diez o quince principales religiones del mundo y un monumento conmemorativo de la fundaciones de la ONU. Además, estaba repleta de folletos antisistema de la propia catedral en los que se criticaba todo lo criticable de la sociedad actual.
North Beach, el barrio más vivo de la ciudad, es un compendio de casas de colores, Little Italy, bohemios, músicos y cientos y cientos de restaurantes con comida de absolutamente todos los rincones del mundo.
También hay que hablar, cómo no, de El Catro y Haigh Ashbury, los barrios gay y hippie respectivamente. El primero, un icono del movimiento gay en todo el mundo, fue el lugar donde Harvey Milk inició el movimiento de lucha por los derechos de los homosexuales en Estados Unidos. El segundo, el punto de inicio del verano del amor y el movimiento hippie de los años 60.
En ambos casos nos encontramos ante sitios curiosos aunque un tanto decepcionantes, puesto que, lejos de lo que esperábamos, se limitan a un par de calles llenas de turistas rodeadas de calles residenciales en las que no hay absolutamente nada más que casas y el ocasional señor lavando el coche con la manguera.
Como curiosidad añadida, diremos que una de las noches invitamos a Jeane a cenar en un restaurante en cuyas pareces podían verse carteles de las fiestas de Colmenar Viejo, Soto del Real o Manzanares y posters y fotos de la fiesta de la Vaquilla y de lugares emblemáticos de Madrid. Y no, nos encontramos con este sitio por casualidad. Este magnífico restaurante de Russian Hill fue recomendación de Gomotillo y desde aquí le damos las gracias. Todo estaba de rechupete.
Para los viajeros con morriña, este es un buen sitio ya que se puede disfrutar de comida casera muy muy buena y en absoluto cara.
Tanto los Kepm como Jeane nos recomendaro sobur a Twin Peaks, una colina al sur de San Francisco que tiene muy buenas vistas de toda la ciudad. Cuando nosotros subimos fue como estar en las nubes... literalmente. No nos veíamos ni los pies de lo espesa que era la niebla, así que aquí dejamos esta recomendación para que cuando vosotros vayáis nos contéis lo bonito que es.
Otra recomendación de los Kemp y de Jeane fue la visita a las bodegas Gloria Ferrer, propiedad de Freixenet, así que este fue el cierre de nuestra estancia en el valle del vino. Pudimos ver las bodegas y disfrutar de un par de espumosos y un tinto (aviso a viajantes: el último es poco recomendable dado su asombroso parecido con el agua) y alucinar con la terraza desde la que se veían el entorno y los viñedos.
Después de hacer noche en un camping con unas 15 capas de ropa para no acabar durmiendo en el coche (otra vez), llegamos a nuestro siguiente destino en la costa californiana: Santa Cruz. A lo largo del viaje varias personas nos habían hablado de esta ciudad y de su fama de hippie y roja. Como ejemplo, podemos contaros que hasta los años 90 en la UCSC (University of California Santa Cruz) no ponían notas, sino que los profesores escribían unas líneas definiendo el trabajo del alumno o que estaba permitido y no era poco habitual encontrar alumnos desnudos en las aulas.
No sabemos si es que nos saltamos esa parte de Santa Cruz o si ya no queda mucho de ese hippismo en la ciudad, pero no vimos mucho más que unos cuantos alternativos y surferos en la calle principal, que, por cierto, estaba abarrotada de turistas.
Nuestro siguiente destino fue Monterrey, antigua capital de California. Y ya van dos destinos decepcionantes seguidos.
Monterrey tiene un recorrido histórico-turístico marcado con estrellas amarillas en la acera. En teoría este recorrido permite conocer las casas antiguas del centro así como los muelles y las fábricas donde se enlataba el pescado, puesto que durante los años 50 este negocio era el pilar económico de Monterrey. Si bien es cierto que el recorrido tiene alguna curiosidad, no es nada del otro mundo, por lo que sin detenernos mucho seguimos nuestro camino hacia Carmel-by-the-Sea, un pueblecito muy bien vendido en las oficinas de turismo que en realidad no es más que un pueblo pijo con árboles bonitos, casas enormes y tiendas carísimas a orillas del Pacífico. Eso sí, es donde yace Junípero Serra, artífice de las misiones evangelizadoras en California.
Y van tres decepciones seguidas.
De aquí a Santa Bárbara pasando por Big Sur, un tramo de tierra entre Monterrey y Santa Bárbara con el Pacífico y acantilados a un lado y montañas y parques naturales al otro, y por lo tanto con unas vistas inmejorables. Esto sí que es recomendable, de verdad de la buena.
Santa Bárbara, sin ser espectacular, es un sitio agradable para pasar el día. La playa es decente, las olas tienen el tamaño justo para ser divertidas sin peligro, la ciudad es bonita para dar un paseo y los juzgados tienen una torre con unas vistas bárbaras (no nos hemos comido el coco para esto) puesto que la ciudad está enmarcada por montañas con casitas dispersas por sus laderas por un lado y el océano por el otro.
Además, Santa Bárbara es donde se encuentra la denominada reina de las misiones de California, los lugares desde los que los españoles emigrados al Nuevo Mundo evangelizaban a los bárbaros a los que les habían robado el terreno. Los estadounidenses ponen esta misión por las nubes, aunque para dos europeos que han visto piedras con más de 200 años de historia esto no deja de ser una iglesia antigua con un claustro bonito.
Después de chuparnos un atasco de dos horas rodeados de coches de alta gama que dejaban a nuestro Chuso a la altura del betún, conseguimos salir del extrarradio de Los Ángeles para hacer noche en Barstow, California.
Próximo destino: Las Vegas, baby.

[El Golden Gate Bridge reflejado en una de las orejas de Chuso]


[Chinatown, San Francisco]


[Chinatown, San Francisco]


[Lombard Street, San Francisco]


[San Francisco desde Lombard Street]


[El mítico Cine Castro, San Francisco]


[Big Sur, California]


[Big Sur, California] 


[Big Sur, California] 


[Juzgados de Santa Bárbara]

10 agosto 2011

De familia en familia y tiro porque me toca


Qué decir de Clatskanie, ese pueblecillo de Oregón donde viven los Simpson (no, no los amarillos, los de verdad): John y Karolyn Simpson. Y os preguntaréis qué hacen dos jovenzuelos salvapajarillos como nosotros en Oregón visitando a los Simpson. Pues John es hermano de Barb, la madre neoyorquina (ahora de Colorado) de Nuria, y Karolyn es, como ya os habréis imaginado, su mujer.
Con ellos pasamos unos días inmejorables: disfrutamos de una gran compañía, comimos unos guisos caseros deliciosos, vivimos una guerra de dardos de gomaespuma con sus nietos Hayden (un futuro chef de prestigio internacional) y Alyssa (que, por pequeña que parezca, tiene dominado el arte de las pistolas de dardos como nadie), disparamos a una lata con un rifle y una pistola, aprendimos juegos de cartas americanos y un sinfín de cosas más. Vamos, que ya nos hubiera gustado quedarnos que ellos hasta el final del viaje, peeeeeero tuvimos que salir hacia Portland (no sin antes recibir un cargamento de comida de los Simpson como colofón a una hospitalidad fuera de lo normal).
Hemos de decir que Portland mola un montón. La Costa Oeste está superando nuestras expectativas, ya de por sí elevadas.
Portland estaba llena de gente por todos lados, especialmente porque era el Oregon Brewers Festival (el festival de fábricas de cerveza de Oregón), donde nos colamos para catar unos culines de cerveza. Probamos cerveza de melocotón (mmm), de frambuesa (puaj), de café y chocolate (bueeno), de limón y gengibre (decente) y de sandía (mmmmmmmm). Dato curioso: en Portland se puede beber en la calle cerca de las fábricas de cerveza, que por cierto son muy abundantes y muy famosas en todo el país. De hecho, Oregón es a la cerveza lo que California al vino.
Además, los sábados y domingos en Waterfront Park tiene lugar el Saturday Market, un compendio de puestecitos de comida, de arte, de ropa y joyería y mucha mucha gente. A esto se suman los grupos de puestos de comida que hay en determinados puntos de la ciudad y que venden comida asequible de todas partes del mundo.
Una de las cosas buenas de Portland (aparte de que en el estado de Oregón no hay IVA y por lo tanto todo es alrededor de un 8% más barato que en el resto del país) son los parkings de SmartPark, que al ser públicos (propiedad del ayuntamiento) permiten aparcar por 5$ un día completo en fin de semana para promover el comercio local. Además, al gastar dinero en las tiendas del centro, el parking sale más barato.
La recomendación de la ciudad: Vodoo Doughnuts (http://voodoodoughnut.com/index.php). Tienen los donuts más curiosos que podáis imaginar (sí, incluyendo uno de sirope de arce y bacon, que suena bastante asquerosito, pero está superbueno).
El domingo, después una larga jornada al volante y una vez superada la sorpresa causada por un puesto fronterizo en la separación entre Oregón y California, llegamos a Roseville, nuestro primer destino en tierras californianas y el único en el que vimos el sol hasta el momento.
Una vez más América nos regala su hospitalidad, esta vez personificada en la familia Kemp, que unas semanas atrás había sido la familia americana de Elena, la hermana de Miguel (Bobe para los más cercanos). Kathleen, Chris, Stella, Henry, Sam, Foster y Lily nos hicieron pasárnoslo súperbien entre paseos, parques acuáticos, cumpleaños, cenas, más cenas y muchas conversaciones interesantes. A cambio nosotros sacamos al Karlos Arguiñano que llevamos dentro e hicimos tortilla, pisto y salmorejo. Y no debió de salirnos muy mal porque nos pidieron todas las recetas.
Los s'mores fueron una de las mejores cosas que hemos probado en nuestro viaje hasta ahora. Llevábamos semanas con todo el material necesario en el coche, incluyendo leña para hacer fuego, porque Nuria llevaba insistiendo en que Miguel los probase desde el principio. Y por fin llegó el momento. 
¿Y qué son los s'mores? Pues bien, ¿nunca os habéis preguntado qué leches hacen en los campamentos de las pelis americanas cuando están alrededor del fuego con un palito y algo blanco pinchado al final quemándose en la hoguera? Pues hacen s'mores. Se dora una nubecita de chuchería en el fuego y se aplastuja entre dos galletas de miel con chocolate en medio. Al estar medio derretida la nube, el chocolate se funde al tocarla y es de lo más rico que hay en el universo (no recomendado para diabéticos).
Por suerte o por desgracia nos lo pasamos tan bien que nos olvidamos de que teníamos una cámara de fotos (excepto durante nuestra breve excursión a Lake Tahoe, un lago precioso entre California y Nevada), por lo que no existen pruebas gráficas de la diversión hasta que ellos nos pasen las fotos que sí hicieron.
Próxima parada: Sonoma, valle del vino.

[Alyssa y Karolyn en Clatskanie, OR]


[Gente brindando en el festival cervecero de Portland, OR]


[Nuria enamorada de la cerveza de sandía]


[Vodoo Doughnuts]


[Donuts de sirope de arce y bacon y de mango-tango]


[Donuts para los Kemp... mmm]


[Nuria en Lake Tahoe]


 [Lake Tahoe]