05 julio 2011

¡Pero Québecstás contando!

Buenas noches por la noche:
Es el momento que todos estábais esperando, el momento de contaros el episodio del camping. Pero eso será después de la publicidad...
Al salir de Galway con el sentimiento de que deberíamos habernos quedado a vivir allí para siempre, nos dirigimos a Lake George, un pueblecito turístico a orillas de Lago homónimo que está lleno de restaurantes, tiendecitas, heladerías, gominolerías y cosas por el estilo y, además, tiene playa. Sin embargo, nos pareció que la playa del lago dejaba bastante que desear, puesto que se le daba mucha prioridad a los barcos frente a las personas y la mayor parte del lago estaba reservada para ellos, así que decidimos seguir nuestro camino hasta encontrar un lugar agradable.
Este lugar se llama Schroon Lake y es un pueblo muy pequeño a orillas, una vez más, del lago homónimo, con una playa bastante decente rodeada de arena y césped con mesas de picnic donde disfrutar apaciblemente de una nutritiva lata de maíz y un yogur.
Allí nos quedamos sopa al sol, nos dimos un minibaño y, en definitiva, nos relajamos antes de continuar con nuestro viaje hacia lo que creíamos que sería un bonito camping a orillas de un bonito lago en la bonita zona de los Adirondacks. No podíamos estar más equivocados sobre lo que se nos venía encima: el camping (en Ausable Forks, NY) no era bonito, el lago era un infierno terrenal lleno de mosquitos que tenían que tener mutaciones genéticas porque no hay otra explicación para su tamaño y sí, estaba en la bonita zona de los Adirondaks, más concretamente en una zona específica de los Adirondacks que está llena de agua estancada, bichos gigantes asquerosos y pueblos cuyo único negocio es una tienda de cortinas (true story). No vamos a contar más detalles sobre el camping, pero los mosquitos tan solo son la punta del iceberg, ese lugar inmundo no debería tener la calificación legal de camping.
Varias horas y unas treinta picaduras de mosquito mutante después (de las cuales Miguel solamente tiene seis o siete) huimos de aquel horrible lugar al que no pensamos volver nunca jamás y esperamos que vosotros tampoco.
Después de hacernos con provisiones para varios días en el Walmart más cercano a la frontera con Canadá (que por lo visto es más barato que cualquier otra cosa de la zona porque estaba plagado de quebecoises) y de llenar el depósito con gasolina yanki barata cruzamos la frontera sin más problema que el de tener que esperar una larguísima cola (volvieron a no retener al rárabe, al contrario que la primera vez que intentó entrar en Canadá).
Ya cerca de Québec decidimos acampar en un camping muy majete al que no se le puede poner ninguna pega salvo que la ducha era de pago y no teníamos dólares canadienses (aunque probablemente habríamos esperado a llegar a Quebec igualmente porque la pela es la pela).
A las seis de la mañana nos despertó la fuerte tormenta que estaba cayendo, pero pudimos comprobar felizmente que nuestra tienda de campaña hiperbarata resiste la lluvia sin problemas (de momento).
Dejó de llover, salió el sol, la tienda de secó y pudimos recogerla y todo fue felizmente hasta que llegamos a Quebec y decidimos que la mejor opción era comerse el coche con patatas dada la falta de aparcamiento gratuito. Absolutamente toda la ciudad es zona de pago durante el día y adem­ás solamente se puede aparcar durante una hora incluso pagando, así que nos ha tocado pagar parking. A cambio no cenaremos (es broma, mam­ás).
De ninguno de los dos campings hay pruebas gráficas, así que tendréis que fiaron de nuestra palabra. En el primero intentamos sacar la cámara pero los mosquitos se congregaron a nuestro alrededor en plan macarra y nos lo impidieron, mientras que en el segundo simplemente no nos dimos cuenta ya que estábamos demasiado ocupados rascándonos las picaduras de mosquito mutante del día anterior.
Pasemos a Quebec. Ciudad pequeña donde las haya en la que puedes andar de un extremo al otro en menos de una hora. Muy bonita, sin embargo, tal y como comentan quienes la califican de ciudad europea en mitad de América.
Paseando por el Vieux Québec uno tiene la sensación de estar en cualquier capital de provincia europea. Es especialmente recomendable la calle St. Jean, llena de tiendecitas, bares, pubs, restaurantes y ambiente (esta noche comprobaremos si el ambiente sigue allí mientras cenamos un plato de poutine, una comida típica de Quebec), pero en general todo el casco antiguo y la colina del parlamento merecen mucho la pena a pesar de las endiabladas cuestas.
Eso sì, el acento quebecois merece una mención especial en esta entrada puesto que es absolutamente imposible de descifrar nada de lo que dicen con esas vocales tan extrañas que utilizan.
Quebec nos gusta, pero la verdad es que con un día se puede visitar tranquilamente.
Próxima parada: Montreal.

 (Edificio del gobierno federal de Canadá)

 
(Frase sobre una de las cuarenta sillas que la ciudad de Montreal le regaló a Quebec por el 400 aniversaio de la ciudad)


(Andén nueve y tres cuartos à la québecoise)


(Adornos tallados a mano de una tienda en la que es navidad todo el año. ¡Pero québecstás contando!)


(La bandera de nuestros futuros centros de trabajo)


(Parlamento de Quebec)

2 comentarios:

  1. Nu, sabes que si llego a estar yo allí te hubiera salvado de los 30 mosquitos, recuerda mi cara de orco mordiano de denia. Así que haberme llevado, ja ja!
    Quiero más fotos, qué rancios estáis. y no veo a mi borsalino por ninguna parte!!

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  2. Si María, tienes tu borsalino en la entrada New York New York... ¿No lo has visto?
    Por cierto, ¿que tal aguanta Chuso?. ¿Se sigue quedando en las cuestas?.
    Seguid escribiendo y subiendo fotos que nos gusta leeros. ¡Besos!

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